lunes, 27 de mayo de 2013

Bajo una cascada


El agua caía en la ducha como una cascada, relajando mi mente con su suave y continuado sonido. Mientras se iba calentando, yo me despojaba de mi ropa. La tiré al suelo despreocupada, la ducha iba a ser mi amante más exigente.

El agua comenzaba a surcar las curvas de mi cuerpo, acariciaba cada parte de mujer que escondo con recelo, besaba ardiente los rincones de un cuerpo que iba sintiendo el placer de unas caricias tan húmedas como inocentes. La descarada era yo que palpaba una y otra vez mi desnudez y las gotas de agua me decían al oído que dejara mis pensamientos a un lado. Ese susurro me estremecía y me desposeía de toda razón. No era momento de seguir la lógica, era el momento de cerrar los ojos y dejarse guiar por el instinto.

James abrió la puerta del baño y nos miramos a través de la mampara. Mis ojos, que llevaban tiempo soñando, se abrieron y cobraron sentido de una realidad que sacó de mi cara una sonrisa. Sin que él me viese, mi lengua jugueteó nerviosa con unos labios que acabaron presos de mis dientes.

James se desabrochaba la camisa, botón tras botón, segundo tras segundo, latido tras latido. Sus grandes manos tiraron de la prenda hacia atrás y descubrieron su torso desnudo, firme y terso; el agua ya no me humedecía, las uñas arañaban suavemente la mampara de la ducha. Su cuerpo empezaba a abrir las puertas del paraíso.

Su tarea no se quedó ahí. Le siguió el cinturón. Nuestras miradas no se llegaban a cruzar en ningún momento. Sus manos pasearon por su cintura para acabar desabrochando el pantalón muy lentamente. Mis dientes estaban a punto de arrancar mi propio labio, sus manos estaban poco a poco deslizando el presidio de su hombría por sus piernas. Solo separaba mi imaginación de la realidad una fina capa de tela que escondía lo que mi cuerpo quería ya dentro.

James se levantó, se acercó a la mampara y mirándome a los ojos apoyó todo su cuerpo en ella, yo corriendo hice lo mismo y me deslicé suavemente de arriba hacia abajo. No aguantaba más, es la tortura que más agradezco pero no dejaba de ser una tortura. Nuestros labios se veían cerca pero no llegaban a besarse, mis manos querían tocar su cuerpo pero una barrera les separaba. La ropa interior de James marcó las ganas que tenía de compartir hueco en mi momento, quería ser partícipe de mi idilio con el agua.

Sus manos le desnudaron y sus pasos hacia mi lado fueron como un caminar por el desierto, mi cuerpo quería a James tan dentro como fuese posible, mis piernas se frotaban imaginando lo que iba a ser una realidad.

Corrió la puerta y cuando mis labios fueron a besarle el dedo de mi marido cortó su trayectoria. Agarró mi cara y suavemente la giró para besar mi cuello mojado y suave. Apartó mi pelo y con un gesto fuerte y delicado puso mi cuerpo contra la pared y mi espalda besando con sus duros pectorales. No pude hacer más que apretarme todo lo posible contra la pared y mientras él seguía besando mi cuello y acariciando mis pechos, agarré su virilidad y la introduje en mi interior sin poder ni querer reprimir el gemido que mi garganta chilló sin pudor. El suspiro de James en mi oído me apretó aún más contra la pared, no podía moverme, solo podía gemir, gemir y suplicar que aquello que estaba sintiendo no tuviese fin. Tras unos momentos de bendita locura James dejó un hueco y pude escapar. Me giré y le besé mientras con una mano tocaba su anzuelo y con la otra el mío. Mis manos sabían lo que ambos queríamos y las de James agarraron las mías y me ayudaron a proseguir con la fantasía llamada realidad. El subir y bajar de la mano que tenía sobre él me estaba volviendo loca. Mis deseos irrefrenables de verle sufrir lo hacían cada vez más rápido.

Por un momento paré y le dije sin hablar que esto no había hecho más que empezar. Deslicé hacia abajo mi cuerpo por el suyo para que notase bien lo que tenía ante él, para que sintiese mi cuerpo bien cerca. Una vez llegué abajo, mi lengua salió de su cueva y empezó lamiendo su pierna para subir y acabar en su cuello, rozando sutilmente su virilidad con mis ardientes pechos. Una vez arriba volví a bajar de la misma manera pero el final fue su abdomen. Las manos de James se perdían entre mi pelo y un lametón pecaminoso en su fuente de mi deseo provocó un tirón descontrolado. Lo dejé en eso, en un lametón que emuló James de forma continuada por mi cueva del deseo.

El agua seguía cayendo sobre nosotros. Las gotas salpicaban nuestros cuerpos y dejaban en la pared gotas como el rocío mañanero. Seguía recorriendo mi cuerpo y estremeciendo mis sentidos a la vez que James copaba el centro de mi atención con su perversa lengua, esa que movía en círculos y de arriba hacia abajo mientras nuestros ojos se miraban.

James se incorporó y rápidamente levanté una pierna que le abrazó y que mi esposo entendió como una llamada. Lo entendió a la perfección y pasó a poseerme fuerte, muy fuerte. Mis manos no le paraban, la noción de James estaba nublada y era un tren sin frenos. Un tren que entraba y salía sin parar mientras hacía a todo mi cuerpo temblar.

Estaba empapada, no sabía si sería posible disfrutar más. El cielo no era el techo, en esos momentos me sentía más allá, mi cuerpo sufría espasmos y mis manos apretaban fuertemente a James que sacaba una mueca de pícaro y se apretaba más y más contra mí.

Él empezaba a ascender y a seguir mis pasos, dos suaves gemidos muy continuados así me lo hicieron ver. Bajé mi pierna y me aparté de él, le miré a los ojos y mi mano acercó sus labios a los míos para besarlos con pasión mientras acariciaba su pelo. Le volví a apartar bruscamente, agarré su hombría y le dije al oído: “esto no lo vas a olvidar jamás”. Así le agarré y mientras nos mirábamos a los ojos, su esencia salpicó nuestros cuerpos bañados por el agua.


El trío jamás soñado…

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