lunes, 22 de julio de 2013

Las puertas del éxtasis


Mi cuerpo se iba estremeciendo según sus labios iban besando mis piernas. Un beso en una y otro en la otra. Todo ello mientras subía poco a poco por ellas, intentando coronar mi cima. Solo veía su pelo y lo acariciaba una y otra vez con dulzura, mis dedos se perdían en sus mechones y solo podía ver sus ojos cuando descaradamente asomaban para regalarme una sonrisa.

Mi cuerpo se curvaba, era el precioso momento en el que ves que se acerca el momento y tienes las mismas ganas de que el momento se convierta en un “YA”, como que ese momento se convierta en eterno. Su barba rozaba el interior de mis muslos y su lengua dejaba un rastro que se iba perdiendo con el paso de los minutos.

Los relojes comenzaban a contar el tiempo hacia atrás y todos los nervios de mi cuerpo tenían la atención puesta en cada movimiento de su cabeza. Sus brazos comenzaron a tirar de mis piernas hacia los lados, mis fuerzas no estaban en ese lugar en ese momento. Era esclava del deseo, de las ganas de sentir, de mi cama, del momento…

Mi sexo susurraba entre labios su nombre y James estaba escuchando la llamada a la perfección. Se encontraban cara a cara. Mis labios se secaban, mis ojos se abrían como platos y mi mano corrió a toparse con su frente para cortarle el paso entre juegos. Su cabeza no podía avanzar pero no cubrí todos mis flancos y su lengua acarició levemente los pliegues de mi flor de la pasión. Muy sutilmente, una pasada casi fallida. Pero no, no fue fallida y mi última muralla se derrumbó, mi mano calló rápidamente y se perdió entre las sábanas para no volver.

James se disponía a besarme pero desvió sus besos a mis ingles. Mi cuerpo era ya un mar de lo más revuelto. Cuando parecía que mis ansias iban a hacerme perder el sentido la lengua de mi marido arrancó todas mis frustraciones de un plumazo, un buen lengüetazo. Su lengua comenzó a hurgar dentro de mí, comenzó a pasearse por las afueras para encontrar el timbre y llamar directamente a mi locura.

Intentaba entrar en mí, parecía que disfrutase más él que yo si no fuera porque era imposible. Lo que estaba disfrutando yo no había ninguna palabra en el diccionario que lo definiese.

James paró de repente y se incorporó ligeramente para mirarme directamente a los ojos. Levantó su mano y la acercó a mi boca que la lamió de principio a fin varias veces. Mi boca no la quería soltar pero se fue y tenía una dirección clara. Entró en mi cuerpo rápidamente y comenzó a entrar y salir.

“Espero que estés preparada”.

Cuando ni si quiera había terminado de decir su frase, los dedos de mi marido empezaron a entrar y salir de mi cuerpo con un ritmo frenético. Mis manos aparecieron para agarrarse a las sábanas porque su fuerza me impulsaba a caerme de la cama. Sus músculos se marcaban con la fuerza que estaba imprimiendo al movimiento y yo sentía que estaba en el mismísimo cielo. No podía desencadenar mis gemidos que se agolpaban a las puertas de mi boca y querían salir todos a la vez tanto que parecían ser uno solo.

Mi cuerpo no aguantaba tanto ritmo y mi mente estaba sentada en una nube. Yo estaba rozando el clímax. James lo intuyó y rápidamente bajó su boca a mi miembro para acariciar suavemente mi feminidad de principio a fin y llevarme al éxtasis. Mis manos despertaron del letargo y agarraron su pelo para tirar de él con mi último aliento.


Después mi mano acarició la humedecida boca de mi marido…

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