Los cuartos de aseos no son actos
para recibir nada y menos el cuerpo musculoso de un hombre de cuarenta años.
¡Marie tenía 30!
Aquella noche necesitaba algún
entretenimiento, así que cuando vió al primer hombre guapo de la noche lo
desechó (tenía pinta de no saberlo hacer en el w.c y ella no estaba para coger
un taxi e irse a la casa de un desconocido). Así que esperó a que apareciera
otro guapo, y apareció, pero tampoco le gustó, uno más y otro...
¡Dios mío! ¡Quítamelo todo! Soy
tuya, tan tuya que me pongo contra la pared o a gatas y me haces lo que tu
quieras. Todo. Y que lo sienta muy muy muy dentro de mí, tanto que me cueste olvidarte,
déjame tu marca personal.
Se llamaba Estéfano, de madre
española y padre italiano, era el responsable de comunicación de la marca de
ropa MIA. Cuando él me vio y yo le vi supuse que algo pasaría (¡y bien que
pasó). Al principio, como buen italiano, fue bastante educado, me invitó a una
copa y se preocupó por mi. Hizo de psicólogo y me dio buenos consejos para
mejorar mi rendimiento en el trabajo ( y en la cama) e incluso me ofreció un
trabajo, (trabajo que tuve que rechazar), pero eso era todo lo que necesitaba
hacer para permitirle bajarme las bragas sin pestañear. Obvio no lo hice delante
de todo la jet set que se encontraba en
la fiesta del noveno aniversario de la revista Popular Stream.
Pasada la hora de conversación le
dije a Estéfano que necesitaba ir un momento al cuarto de baño (+ sonrisa
divertida) y él pareció captar el mensaje.
- Te
esperaré aquí…o en cualquier otro lugar. – me dijo. Al principio me pareció
bastante extraño, no lo entendí y me jodió bastante. Mis labios y mis pezones
le reclamaban y le chillaban ESTÉFANO HAZMELO YA.
- Espero
encontrarme más cerca que lejos, más pronto que tarde. - ¡Oh! Sabía que había
clavado esa frase y que todos los fantasmas que sobrevolaban aquella
conversación se habían expirado. Estéfano está en mis manos y en unos segundos
dentro de mi…lalala. Mi mente
festejaba la diversión que se avecinaba.
ESTÉFANO, ESTÉFANO, ESTÉFANO….pensaba
como sería gemir su nombre, y sonaba muy largo, tan largo como lo que esperaba
encontrarme en 0.01 segundos.
Cuando llegué al cuarto de baño
pensé que aquel maldito italiano me seguiría pero no lo hizo. Así que me miré
al espejo y me pinté por décima vez. Una absurda manía de entrar en un w.c y
pintarme, aunque esté bien (¡¿sólo la tengo yo!?).
Cuando salí, ya con la idea de
que aquella noche no sentiría a Estéfano dentro de mí, me encontré al italiano
justo delante, en la puerta de aseos de los tíos.
- Los
hombres somos más comprensivos, y si escuchamos fiesta lo respetamos, las
mujeres os criticáis entre vosotras. Será mejor que te…- se quedó pensando, no
sabía como completar aquella frase que le había salido sin pensar- Bueno, ¿me
acompañas?- Inclinó la cabeza como si me quisiera invitar al cuarto de aseos de
hombres, sacó media sonrisa y entró.
MALDITO ITALIANO.
Fue cerrar los ojos y empezar a
sentir su aliento detrás de mi y al poco tiempo sus manos, que con educación,
me pedían permiso para desbrochar la cremallera de aquel Carolina Herrera que
llevaba puesto. Nunca antes había deseado tirar un traje como aquel al suelo. Pensé que me besaría, que me
haría mirarle a los ojos, pero fue tan …tan pero que tan comprensivo, que al
momento de desvestirme se alzó dentro de mí algo inexplicable, tan majestuoso
que me hizo hasta llorar. La maestría con la que movía sus dedos en mi fuero
interno hacía que sintiera devoción por aquel cuarentón tan bien formado en las
artes amatorias.
Su lengua húmeda se posó sobre mi
cuello…
MIERDA. Algo había caído en el
suelo. Su cartera. Me agaché como si fuera una gata y la cogí, algunas tarjetas
y papeles se desperdigaron por el metro cuadrado de aquel w.c. En nada,
Estéfano volvió a la carga.
Llegó un momento donde no sabía
que dueño estaba disfrutando de mi cuerpo, si los dedos de Estéfano y su gran y
hermosa…
MALDITA SEA. Algo de nuevo
interrumpía mi placer, aunque el italiano seguía en su labor de hacerme la
mujer más satisfecha sexualmente del mundo. Me fijé en una pequeña tarjeta que
estaba en mis pies, posiblemente la pisé y no me daría cuenta, la oculté, no
quería parar la fiesta…
Mario Pasavante
Presidente de….
MI-ER-DA
MI-ER-DA
Aquella tarjeta tenía su cara y
por supuesto el nombre no coincidía. De Estéfano a Mario había bastantes
diferencias. ¿Quién era Estéfano? ¿Y de qué era presidente? La luz no me dejaba
ver bien la maldita tarjeta. ¿Quién me estaba penetrando?
Continuará...
Continuará...
1 comentarios:
Oooohhhh por favor, como sigue....estoy muy intrigada.
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