Ya había pasado más de una semana y cada día se iba llevando
una a una las letras del nombre de Brad de la cabeza de Summer. El chico no
daba señales, parecía que había desaparecido del mundo. No le veía en el
autobús, no le llamaba y solo a veces, su mente le traía la perfecta sonrisa
del joven.
Matt por su parte no desistía, seguía insistiendo día tras
día, comenzaba a estar cada vez más presente en la cabeza de la chica de sus
sueños y él lo sabía y no quería dejar escapar un tren que estaba acercándose a
su parada.
La salida del trabajo era un momento que los dos esperaban,
era su momento del día, durante el trabajo solo algún guiño de ojo o algún
avioncito de papel sacaban los colores de uno y otro. Ese día se propusieron ir
al cine a ver alguna película juntos, en realidad la película era lo de menos,
Matt solo quería compartir cada día más y más momentos con ella. Pensaba que
algún día esos momentos los recordarían de la mano.
Acabaron entrando a una comedia romántica, a Matt le
encantaba ese tipo de cine, más incluso que a la propia Summer. Se encontraban
muy cómodos compartiendo vivencias, las risas de ambos junto a las palabras al
oído que el chico le susurraba estaban devolviendo una sonrisa a Summer que,
aunque sincera, no llegaba a ser la sonrisa que había lucido durante toda su
vida.
-“Estar a mi lado te hace cada vez más guapa”.
Matt ya tenía sus ideas muy claras, lo que sentía por Summer
no se lo había hecho sentir nadie hasta el momento. Ella no podía más que
sonreír.
Una vez acabada la película se montaron en el coche del
joven y él la llevó hasta su casa. Empezaba a ser tarde.
-“En realidad Matt, todavía no quiero irme, no quiero que se
acabe tan pronto un día tan increíble”.
Él no pudo aguantar la sonrisa más tímida que su cara jamás
había reflejado, Summer seguía siendo una chica muy difícil de conquistar pero
parecía que lo más difícil ya había pasado. Ella, seguía teniendo sentimientos
contrariados en su cabeza, no por Matt, sino por aquel chico del autobús que
cada día iba perdiéndose más en el recuerdo.
Su compañero de trabajo iba siendo compañero de momentos
inolvidables. Esa noche arrancó el motor de su coche y llevó a la chica a un
sitio en el que él había pasado grandes momentos. Era un parque con una colina
en la que se podía ver toda la ciudad. Una vista plagada de luces que hacían de
la noche un baile de colores hipnótico. Una manta en el suelo, un clima idóneo
para estar allí y un manto de estrellas resguardando a los dos chicos.
Las miradas de ambos se cruzaron, Matt sonrió.
-“Mira Summer, allí está tu casa”.
Pero ella no siguió su dedo, se quedó mirando a los ojos del
chico y esta vez fue ella la que le tendió un beso que Matt se había esforzado
en conseguir. No por ello dejó de ser una sorpresa, la sorpresa más
maravillosa.
Sus lenguas paseaban por sus bocas y acariciaban los labios
de unos cuerpos con la piel erizada. Una y otra vez dibujaban círculos y
acababan por esconderse para dejar paso al juego de los labios.
Las manos comenzaron a buscar dónde agarrarse tímidamente
para aferrarse al cuerpo del otro con fuerza, como si eso fuera necesario para
que el momento siguiese. Ninguno de los dos abría los ojos, seguían soñando con
la realidad del momento. Seguían prolongando un mágico beso.
Las estrellas que cubrían el cielo se taparon los ojos
avergonzados cuando la mano de Matt rozó por primera vez la entrepierna de
Summer, cuando ella estremeció y sutilmente abrió sus piernas un poco más.
Estaba dispuesta, era el momento de culminar el perfecto día.
Lo que fue un pequeño roce de la mano de Matt estaba siendo
ya una caricia que buscaba la plena excitación de la chica que respiraba hondo.
Ella lo estaba sintiendo todo y sus ojos no eran capaces de abrirse por el
placer. No lo pudo evitar y se lanzó a la entrepierna del chico, pero no la
tocó sino que directamente fue a desabrochar su pantalón, a bajar la
cremallera, a deslizar sus pantalones y dejar a la luz de la luna lo que
escondía hasta el momento.
Summer le apartó, paró ese beso que parecía no tener fin y
le miró a la cara mientras ella misma sacaba una de sus piernas por el
pantalón. Cuando la prenda colgaba de su otra extremidad se tumbó.
-“Házmelo ya Matt, no esperes ni un segundo más”.
Así el chico se apresuró a colocarse sobre ella, a apartar
su fina ropa interior y a adentrarse en la chica más increíble que había
conocido nunca.
-“Oh Summer… deseaba esto con…”.
La mano de la chica rápidamente tapó la boca del joven, no
era momento de hablar sino de que la poseyera más y más fuerte. Agarró su pelo
y le apoyó contra su hombro mientras Matt se dejaba guiar por una chica muy
entregada. Parecía enrabietada y él no encontraba ni un segundo para descansar,
ella le impulsaba a hacerlo cada vez más y más fuerte.
Ella podía gemirle al oído y él sentía cómo los escalofríos
recorrían su cuerpo de principio a fin. El joven intentó incorporarse
ligeramente pero los brazos que le abrazaban no le dejaban y la boca de Summer
solo pedía más y más. El volcán estaba a punto de explotar y el abrazo de la
chica estaba dejando sin respiración a Matt. Él sentía el placer de ver a la
joven en su éxtasis y eso le compensaba aunque sentía que no quería mirarle,
sentía que evitaba cualquier cruce de miradas aunque el que estaba allí en ese
momento solo era él. Así siguió y pocos minutos después el chico cayó rendido,
como desmayado al lado de Summer, como si un tren le hubiera arrollado.
-“Ha sido muy intenso”.
Y Matt la miró sonriente pero sin aliento, necesitaba
respirar por primera vez tras unos minutos de placer. Esa noche murió y fue la
primera vez que al llegar a casa Summer no miró el móvil. Ya sabía lo que se
iba a encontrar y comenzaba a pensar en otra cosa.
En los días siguientes el tiempo cambió, las tormentas se
hicieron frecuentes y la lluvia aparecía con intermitencia.
Summer acudió al trabajo como cada día pero a la salida la
lluvia era tan intensa que parecía una cortina de agua. Los jóvenes hablaron y
decidieron ir cada uno a su casa, las tormentas eran algo que no hacían
sentirse cómoda a la chica y por ello corrió hasta su casa. Los rayos y los
truenos alumbraban y resonaban en la habitación y Summer se arropaba asustada. Matt
siempre bromeaba con ir a su casa por sorpresa para arroparla y darle las
buenas noches con un beso en la frente.
El timbre de su puerta sonó. Ella sonrió.
-“Este chico no para de hacer tonterías, ¿qué será esta
vez?”.
Abrió la puerta y miró hacia la calle. No era Matt. Era Brad
empapado y bajo el intenso aguacero. Los dos se miraron y el corazón de la
chica se puso a latir con una intensidad tal que parecía querer huir de allí.
Sintió una punzada muy intensa y sus piernas empezaron a temblar desde el resquicio
de su entreabierta puerta.
-“Hola Summer, no vengo a compensar mi error, no vengo a
contarte lo mal que lo pasé al verte correr de mi lado, no vengo a contarte que
he querido desaparecer. Quise llamarte un millón de veces para decirte que te
quiero, no lo hice porque no quiero mentirte, lo pude hacer ese mismo día pero
preferí aclarar mi cabeza para no hacértelo pasar aún peor. Ahora estoy aquí
muy egoístamente y no te quiero decir que te quiero porque nadie me enseñó
jamás a mentir. Vengo a decirte que te amo con locura”.
Las letras que formaban su nombre se volvieron a juntar, el
autobús volvió a parar en su parada con el joven sonriente sentado en aquel
sitio, volvió a escuchar en su cabeza “hubiera apostado a que perdías el
autobús” pero no podía olvidar la noche perfecta con Matt.
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