Sentada en el
sofá contemplaba sus ojos; él estaba frente a mí. Quieto, sin sonreír, sin
hacer un pequeño gesto, firme, de rodillas. Yo, aún sentada en el sofá, miraba
su rostro. Era rubio y sus facciones eran rectas, parecía de Nueva Zelanda, de
algún país nórdico. Cuando llegó el momento, que él esperaba, se acercó
sigilosamente a mí e introdujo sus manos por detrás de mi espalda, hizo palanca
y arrastró mi cuerpo, sentado, hacia delante. Sus labios rozaron los míos, como
una pequeña caricia, sin más. Después saco su lengua y la introdujo entre mis
labios recorriendo toda mi boca. Si en aquel momento estaba seca, dejé de
estarlo en un segundo. Movía su cabeza, de izquierda a derecha, sin cesar,
disfrutando del momento. Y yo igual, aproveché para posar mis manos sobre su
cabeza, aquella cabecera rapada y rubia, que le hacía tener una rostro
perfecto. El hombre de las nieves iba a poseerme y yo me iba a dejar. Me
encanta ser COMPLETAMENTE de alguien durante unos instantes entre sábanas y
posturas incómodas, dolorosas y placenteras.
Cansado de
besarme, lo que otros diría “morrearme”, y sin permiso de la dueña, o sea, yo, desnudó
la parte delantera de mi cuerpo. Adiós camiseta. Él seguía vestido. Pero al
momento, yo me abalancé sobre su musculosa y amplia espalda lo que hizo que
cayéramos los dos al suelo. Entre risas los destape. Adiós camiseta. Nuestros
cuerpos yacían semidesnudos en un suelo frío que no tardaría en calentarse. Al
poco, acerque mi mano izquierda, luego también la derecha, para acercarme a sus
vaqueros, y uno a uno, fui desabrochando todo los botones de sus vaqueros.
Luego dejé el pantalón desabrochado, porque mi corazón, o mi excitación, exigía
volver a probar el sabor nórdico, así que ascendí como serpiente a sus labios,
y me volví a encontrar con él, tus precioso ojos verdes y tu boca, aquella boquita…
Él, ansioso
por continuar con la jugada y marcar GOL, dejó caer, como quien no quiere la
cosa, sus manos sobre mi trasero, poco después, las metió dentro del cofre, no
sé cómo, pero lo consiguió. A lo que yo, después de seguir sus dedos calientes
y juguetones, me dispuse a destaparme completamente. Aun así, él también
tendría que hacerlo, así que al poco tiempo los dos seguíamos en el suelo, yo
con mis bragas de Micke Mouse y él con sus calzoncillos de Hugo Boss.
Evidentemente
mis deseos se podía sentir con el impulso de mis besos, y mi lengua, en su
boca, también con la necesidad que tenía de absorberle todo su cuerpo, al pasar
mi lengua por todo aquel pectoral perfecto que tenía el maldito nórdico. y
evidentemente sus deseos se podía comprobar con la mirada rápida a sus
calzoncillos Hugo Boss. Estaba preparado, perfectamente preparado para marcar
el GOL que tanto estaba buscando.
Me posé sobre
él, el tumbado, y sintiendo el frío de las losas en su espalda, y yo encima de
su torso. Poco a poco fui descendiendo hasta tomarme con mi medicina, aquella
que me curaría de todos los males en un abrir y cerrar…La sentí dentro de mí
como nunca antes la había sentido, intensa, fuerte y cargada de…ENERGÍA. Y
además con muchas ganas de taladrar. MUCHAS.
Aquella tarde,
el juego con el nórdico fue perfecto.
Y sí, mi penetró.
Mucho. Demasiado. UNA Y OTRA VEZ SIN PARAR. En algún momento de la jugada mi
cuerpo me exigía parar, pero el deseo y el placer no me dejaba hacerlo. Así que
seguir, pese a saber cuáles podrían ser las consecuencias. No paraba, mis
pechos rebotaban y sus boca chirriaba, de placer. Su cara era un desconsuelo,
el sudor le caía por la frente, sus ojos se abrían y luego se cerraba por
segundos, segundos que parecían minutos, como si fuera a descargar toda la
ENERGÍA QUE LLEVABA DENTRO. Pero luego volvía a abrirlos, mostraba una sonrisa
pícara y posaba sus manos sobre mis senos. Los tocaba, los palpaba, se
impulsaba para saborearlos y después, recargado de fuerzas, empujaba mucho más
de lo que ya de por si empujaba.
Pasado una
buena hora, sentía como sus ojos no se abrían durante muuuucho tiempo y
entonces entendí que por fin había descargado TODA LA MUNICIÓN. Aquel nórdico
quería seguir jugando, raro en hombres, después de terminar la faena. Y yo, que
disfrutaba y presumía de ser multiorgásmica y toda una buena juguetona, quise
seguir jugando y sobre todo…
Experimentar
cosas nuevas.
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