martes, 9 de julio de 2013

Lo que sucede en un instante


Sentada en el sofá contemplaba sus ojos; él estaba frente a mí. Quieto, sin sonreír, sin hacer un pequeño gesto, firme, de rodillas. Yo, aún sentada en el sofá, miraba su rostro. Era rubio y sus facciones eran rectas, parecía de Nueva Zelanda, de algún país nórdico. Cuando llegó el momento, que él esperaba, se acercó sigilosamente a mí e introdujo sus manos por detrás de mi espalda, hizo palanca y arrastró mi cuerpo, sentado, hacia delante. Sus labios rozaron los míos, como una pequeña caricia, sin más. Después saco su lengua y la introdujo entre mis labios recorriendo toda mi boca. Si en aquel momento estaba seca, dejé de estarlo en un segundo. Movía su cabeza, de izquierda a derecha, sin cesar, disfrutando del momento. Y yo igual, aproveché para posar mis manos sobre su cabeza, aquella cabecera rapada y rubia, que le hacía tener una rostro perfecto. El hombre de las nieves iba a poseerme y yo me iba a dejar. Me encanta ser COMPLETAMENTE de alguien durante unos instantes entre sábanas y posturas incómodas, dolorosas y placenteras.

Cansado de besarme, lo que otros diría “morrearme”, y sin permiso de la dueña, o sea, yo, desnudó la parte delantera de mi cuerpo. Adiós camiseta. Él seguía vestido. Pero al momento, yo me abalancé sobre su musculosa y amplia espalda lo que hizo que cayéramos los dos al suelo. Entre risas los destape. Adiós camiseta. Nuestros cuerpos yacían semidesnudos en un suelo frío que no tardaría en calentarse. Al poco, acerque mi mano izquierda, luego también la derecha, para acercarme a sus vaqueros, y uno a uno, fui desabrochando todo los botones de sus vaqueros. Luego dejé el pantalón desabrochado, porque mi corazón, o mi excitación, exigía volver a probar el sabor nórdico, así que ascendí como serpiente a sus labios, y me volví a encontrar con él, tus precioso ojos verdes y  tu boca, aquella boquita…

Él, ansioso por continuar con la jugada y marcar GOL, dejó caer, como quien no quiere la cosa, sus manos sobre mi trasero, poco después, las metió dentro del cofre, no sé cómo, pero lo consiguió. A lo que yo, después de seguir sus dedos calientes y juguetones, me dispuse a destaparme completamente. Aun así, él también tendría que hacerlo, así que al poco tiempo los dos seguíamos en el suelo, yo con mis bragas de Micke Mouse y él con sus calzoncillos de Hugo Boss.

Evidentemente mis deseos se podía sentir con el impulso de mis besos, y mi lengua, en su boca, también con la necesidad que tenía de absorberle todo su cuerpo, al pasar mi lengua por todo aquel pectoral perfecto que tenía el maldito nórdico. y evidentemente sus deseos se podía comprobar con la mirada rápida a sus calzoncillos Hugo Boss. Estaba preparado, perfectamente preparado para marcar el GOL que tanto estaba buscando.

Me posé sobre él, el tumbado, y sintiendo el frío de las losas en su espalda, y yo encima de su torso. Poco a poco fui descendiendo hasta tomarme con mi medicina, aquella que me curaría de todos los males en un abrir y cerrar…La sentí dentro de mí como nunca antes la había sentido, intensa, fuerte y cargada de…ENERGÍA. Y además con muchas ganas de taladrar. MUCHAS.

Aquella tarde, el juego con el nórdico fue perfecto.

Y sí, mi penetró. Mucho. Demasiado. UNA Y OTRA VEZ SIN PARAR. En algún momento de la jugada mi cuerpo me exigía parar, pero el deseo y el placer no me dejaba hacerlo. Así que seguir, pese a saber cuáles podrían ser las consecuencias. No paraba, mis pechos rebotaban y sus boca chirriaba, de placer. Su cara era un desconsuelo, el sudor le caía por la frente, sus ojos se abrían y luego se cerraba por segundos, segundos que parecían minutos, como si fuera a descargar toda la ENERGÍA QUE LLEVABA DENTRO. Pero luego volvía a abrirlos, mostraba una sonrisa pícara y posaba sus manos sobre mis senos. Los tocaba, los palpaba, se impulsaba para saborearlos y después, recargado de fuerzas, empujaba mucho más de lo que ya de por si empujaba.

Pasado una buena hora, sentía como sus ojos no se abrían durante muuuucho tiempo y entonces entendí que por fin había descargado TODA LA MUNICIÓN. Aquel nórdico quería seguir jugando, raro en hombres, después de terminar la faena. Y yo, que disfrutaba y presumía de ser multiorgásmica y toda una buena juguetona, quise seguir jugando y sobre todo…


Experimentar cosas nuevas. 

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