Summer se quedó aterrorizada, llevaba soñando con ese
momento desde el día en que Brad le regaló la primera de sus perfectas sonrisas
en el autobús, pero llevaba temiendo ese mismo momento desde que decidió
conocer más a Matt. Los truenos resonaban por toda la ciudad y la luz de los
rayos dejaba a Brad en una silueta negra y empapada. Una silueta que no dudaba,
que mantenía la cabeza alta, que tenía las ideas claras. Un chico que le amaba
de verdad.
-“Summer entiendo que lo hayas pasado mal y no estoy aquí
para exigirte un sí, solo vengo a por una respuesta sea la que sea”.
La chica cerró la puerta corriendo, apoyó su espalda en ella
y se dejó caer para acabar sentada en el suelo con la cabeza entre las rodillas
y llorando como nunca antes lo había hecho. Estaba muy angustiada, lo había
pasado tan mal esperando algo así de Brad que la situación estaba pudiendo con
ella. El destino llamaba a su puerta y ella se apretaba contra la madera con
miedo a abrirla. Brad le estaba esperando fuera y la lluvia golpeaba
intensamente la casa de la joven que notaba como la presión del temporal, de su
vida y de su futuro achicaban su alrededor y la dejaban sin oxígeno.
Con la cara llena de lágrimas, con el maquillaje corrido y
con el pelo enredado de tirarse de él con nerviosismo, se levantó y miró varias
veces al vacío antes de decidirse a llevar su mano al picaporte de una puerta
que comenzó a abrirse lentamente.
Enfrente estaba Brad que no se había movido ni un
centímetro, que seguía allí delante bajo el intenso aguacero mirando fijamente
a la chica. A ella le temblaba todo el cuerpo, el corazón no aguantaba
prisionero en el endeble cuerpo de una joven que se sentía tan frágil como el
cristal; una mujer arrinconada, agobiada y que tenía el destino en la palma de
su mano.
La mirada de Summer seguía llorando, la de Brad seguía
firme, pero lo que ella no sabía era que el joven tenía aún más miedo que ella.
Había desaparecido durante semanas, la vida del chico no había sido un camino
de rosas, las mujeres habían hecho herida en un corazón que por sufrimiento se
había tornado de piedra. Él era un chico que enamoraba por su forma de ser, por
su personalidad, por su carácter, por su amor propio y por un físico más que
atractivo, pero la vida le hizo perder la fe en el amor. Una relación larga
había acabado con su ilusión por las mujeres pero el miedo había hecho a Summer
correr de su lado mientras lloraba. Vio su marcha y no pudo reaccionar,
realmente sentía lo mismo pero las palabras no pudieron salir de su boca en el
momento justo. Evitó a la chica durante semanas mientras su vida se dedicaba a
darle vueltas a una cabeza que no paraba de pensar en el dolor de un pasado no
muy lejano. Un pasado que alejaba su futuro. Y el te quiero de la boca de Brad
salió cuando Summer estaba ya muy lejos de él.
Summer dio un paso, dos y echó a correr hacia Brad. Él
esperaba quieto, temeroso y cauto; sabía de lo egoísta de aparecer en la casa
de la chica.
Summer se tiró a los brazos del joven tan bruscamente que
casi se caen al suelo. La lluvia les mojaba por completo y no era momento de
pensar en el frío. Brad le devolvió el abrazo con fuerza y las palabras de
ambos morían antes de salir de sus bocas. El abrazo traía el calor a una ciudad
sumergida en el frío y la penumbra de un temporal que no remitía, los jóvenes
eran uno y sus labios se encontraron en un beso que paró por momentos los
relojes de toda una ciudad.
-“Brad eres lo peor que me ha pasado en la vida, te odio”.
El abrazo del chico perdió de inmediato toda su fuerza, pero
Summer seguía abrazando el cuerpo del joven cada vez con más y más fuerza. Sus
actos le traían una ilusión que sus palabras acababan de descuartizar.
-“Summer yo no vengo a causarte ninguna molestia, si lo que
quieres es que me vaya así lo haré”.
Brad lo había pasado realmente mal, de otra forma distinta a
la de la chica pero ese tiempo había sido muy duro para él. Lo normal hubiera
sido hacérselo ver a la joven que le abrazaba con fuerza, pero no quería
reconquistar a la joven por lo que había pasado sino por lo que juntos podrían
pasar. Estaba él, no había nada más que Summer debiera saber.
-“Brad, estoy conociendo a otro chico”.
El corazón del joven volvió a reconocer el dolor pasado, ese
que acabó con las ilusiones de toda su vida, ese que acabó con su fe en el
amor.
-“… está bien Summer, lo entiendo”.
Brad se despojó del abrazo y empezó el camino a su coche. La
chica estaba destrozada y parecía una sombra de lo que había sido y aguantó
varios segundos hasta volver a su casa. Cuando ya estaba abriendo la puerta,
Brad volvió corriendo.
-“¡Summer! No me has dado una respuesta”.
Pero la puerta ya se había cerrado, así que el chico
prefirió no volver a molestar a una joven que se veía demacrada y hecha polvo,
una Summer sin sonrisa.
Al entrar en su habitación vio el móvil luciendo, tenía dos
llamadas perdidas de Matt y un mensaje.
-“Te he llamado pero supongo que ya estarás dormida. Solo
puedo desearte dulces sueños y mandarte un beso de buenas noches”.
Summer no contestó y cayó rendida a una cama que vio cómo su
sueño parecía un desmayo profundo, una huida desesperada del suplicio que
suponía ser ella en esos momentos.
Matt despertó sonriente como ya era habitual, acudía con la
ilusión de ver a Summer en el trabajo cada día. Así un día más salió de su casa
con su buen porte.
La chica estaba muy apagada, parecía que estuviera ausente,
perdida en un mundo que no fuera el real. Matt se esforzó en sacarle las
habituales sonrisas a la hora de comer pero no fue capaz.
-“Matt, luego hablamos”.
Las palabras resonaron con eco en su cabeza y él no pudo más
que aceptarlo e intentar no molestar a la joven que parecía no tener un buen
día, pero le lanzó un tímido beso y ella correspondió a sus labios.
Era el final del día y Matt rápidamente fue hacia Summer
para acompañarla a casa como ya era habitual. Mientras bajaban las escaleras
del edificio charlaban.
-“Matt tengo que contarte algo que pasó anoche”.
-“¿Qué pasó Summer? No me asustes…”.
Y cuando salieron por la puerta hacia la calle Summer se
detuvo en seco ante la sorpresa de Matt.
-“Summer, ¿te encuentras bien?”.
Sus ojos estaban fijos y ni si quiera hicieron ademán de
mirar a los de Matt y éste rápidamente siguió su mirada. Había un chico delante
que acaparaba por completo la atención de una chica en estado de shock.
-“Brad”.
El joven que le acompañaba en la salida lo entendió todo. El
mundo se paró para los tres jóvenes que estaban siendo los únicos protagonistas
del momento, no había en el mundo nada más que ellos.
Se miraron.
-“Summer, ¿esto era lo que me querías decir?”.
La chica no habló y Matt no encontraba su sitio en ese
lugar. Brad por su parte permanecía apoyado en su coche esperando la respuesta
que Summer no supo darle la noche anterior.
-“Summer, estoy hablándote, no sé qué está pasando”.
Pero Matt no obtenía ninguna respuesta, su impotencia y
frustración se acrecentaban con el miedo que estaba sintiendo.
-“Matt, me lo has dado todo, me has enseñado a luchar por lo
que uno quiere, a darlo todo por esa persona, a querer, a sentirse querida. Me
has enseñado que el hombre de mi vida siempre ha sido Brad”.
Y Matt derrumbado se giró sobre sí y echó a correr para no
volver jamás, nadie supo más de él. Nadie allí supo de su paradero.
Summer sonrió entre lágrimas y corrió porque solo el hombre
de su vida podía haber aguantado un “te odio” de la mujer de su vida. Solo ese
hombre que tenía ante sus ojos podía haber entendido que no fue ella quien
habló, que el dolor escupió esas palabras de su boca.
Volvió a llover, igual que el día en el que se conocieron en
el autobús, la chica con todo reciente, envuelta en una nube de incredulidad
empezó a tiritar destemplada. Brad desabrochó su chaqueta para dársela y
descubrió con ello la camiseta que llevaba debajo. No podía ser una casualidad,
la camiseta de Brad llevaba dibujada una corona, esa corona que solo el amor de
su vida le podía devolver.
-“Summer te prometo que te diré que te amo día tras día hasta que muera, te
prometo que esos ojos no volverán a llorar más. Te prometo que nunca me
separaré de esa sonrisa que no se irá jamás”.
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